El club de Ciencias y Tecnología de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo organizó una caravana en las localidades de Quintana Roo: Kantunilkin, Polyuc, Tuzik, Señor, Kancabchen, El Naranjal, San Diego, La Esperanza, Santa Gertrudis, José María Morelos, Candelaria, Saban, Río Hondo, Bacalar, Cancún, Isla Mujeres, Puerto Morelos; y de Yucatán: Dzitás e Ichmul. El objetivo de la invitación consistió en dar talleres en escuelas de nivel básico, medio superior y parques para visibilizar que existen diversos tipos de abejas, además de las Apis mellifera o Melipona beecheii, y mostrarlas para conocer la diversidad bajo el lema: “no podemos proteger aquello que no conocemos”.

El encuentro con el otro mundo: diálogos de saberes

Aunque en ciudades como Cancún, Isla Mujeres, José María Morelos y Puerto Morelos era evidente el asombro de las y los asistentes al ver la diversidad de abejas existentes; en las comunidades, particularmente las más alejadas de sus cabeceras, la sorpresa tenía otro matiz, pues, aunque era indudable su asombro por observar esa diversidad cercanamente, también mostraban su experiencia o conocimiento previo sobre la existencia de muchas especies. Era común encontrar adultos que señalaban frases como: “ésta vive en las piedras” o “aquella hace su nido en la madera de las casas”, refiriéndose a las del género Centris, la cual en maya se conoce como “Holom”.

Uno de los casos más memorables fue en El Naranjal, donde un señor de edad avanzada se acercó a ver las abejas de la caja demostrativa y al observar a la Eulaema polycroma, nos dijo “éste es el Balam Kab”; cosa que no se encuentra en ningún registro científico, además de las infografías que hemos generado con base en estas experiencias, siendo únicamente mencionado este nombre en una tesis de hace aproximadamente 15 años para las abejas de los géneros Geotrigona y Cephalotrigona y otros que construyen sus nidos bajo tierra, donde dice que se les llama así por su alta respuesta defensiva, mientras que la explicación en este caso, fue por su tamaño, aunque en otros sitios nos mencionaron que ese nombre se debía a su defensividad o sus colores compartidos con los jaguares (Balam en maya).

Lengua y ciencia: caminos para construir conocimiento

El uso de la lengua materna de la región, en este sentido la maya, es primordial para llevar a cabo una comunicación más eficiente, vamos a la localidad y nos la pasamos hablando con términos científicos, la gente pierde el interés, aunque eso no signifique que no entiendan o no sean capaces de comprenderlos, pues no solo resulta ser más cómodo para ellos y ellas, que en este tipo de actividades, se utilicen nombres en maya para referirse a los ejemplares, sino que también es una forma de respeto a la identidad cultural y abona a la emancipación del conocimiento, el cual se construye desde las raíces lingüísticas y culturales.

Hacia una ciencia compartida: escuchar, compartir y construir juntas y juntos

Es fundamental reconocer el conocimiento colectivo de las comunidades en la ciencia bajo un modelo donde las y los habitantes sean parte de la construcción y difusión de éste, otorgando agradecimiento correspondiente y respetando su participación en la producción científica, donde no sean vistos como una simple herramienta o fuente de información a la cual la academia acude cuando necesita cubrir una cuota de publicaciones.

Es necesario que, la academia se acerque a las comunidades con humildad, apertura y disposición a transformar la relación tradicional ciencia-comunidad, haciendo a un lado las prácticas extractivistas para dar paso a la construcción de alianzas basadas en el respeto mutuo, colaboración y dignidad de los saberes locales, siendo la única forma de proteger conjuntamente aquello que valoramos, pero que aún estamos aprendiendo a conocer.

Está por demás mencionar; que, el conocimiento popular, basado en la observación y prácticas ancestrales de las comunidades, no es “inferior” a la ciencia académica, por el contrario, enriquece y permite cuestionar los paradigmas académicos existentes, mostrando otras formas de conocer, nombrar y convivir con la naturaleza.

Autor: Juan Carlos Mayo Velázquez - Guardián del Territorio, 11va generación